Aunque no lo notemos, o no lo queramos aceptar, la inteligencia artificial (IA) es una herramienta presente en muchas actividades diarias. Un ejemplo reciente es el uso de la IA en la nueva línea de teléfonos Samsung (Galaxy Z Fold6 y Z Flip6), que la utiliza para editar fotos; como agregar o eliminar imágenes, entre otras funciones que actualmente encontramos en varias aplicaciones en el mercado.
Pero, más allá de las “chulerías” que se incluyen en estos teléfonos inteligentes, la IA ya está siendo utilizada en el comercio y en el desarrollo humano, como por ejemplo, la educación.
Para los estudiantes, la IA puede ayudar a mejorar la accesibilidad con lectores de texto y subtítulos automáticos, lo que ayuda mucho el acceso a materiales educativos a personas con discapacidades visuales o auditivas. También puede traducir texto a diferentes idiomas, lo que facilita entender y utilizar recursos en distintos idiomas.
Cuando integramos la IA en plataformas digitales de aprendizaje, podemos evaluar el desempeño de los estudiantes y ajustar el contenido y la dificultad de las lecciones para que sea más efectivo aprender y que se pueda adaptar el material a cada estudiante.
Pero no todo es miel sobre hojuelas, el utilizar IA en la educación plantea muchos retos, especialmente cuando hablamos de privacidad y ética. Para los educadores, es de suma importancia enseñar a los estudiantes que al utilizar IA, se espera que se use para ayudar a desarrollar información y buscar referencias, y no copiar los resultados y pretender pasar gato por liebre.
Minuto empresarial es una columna del autor que se publica todos los jueves en la sección de Negocios del periodico El Nuevo Día
