La llamada “economía del creador” ha cambiado las reglas del juego en las plataformas digitales. Ya no se trata solo de publicar para atraer miradas o conseguir colaboraciones. En esta nueva etapa, surge una figura que redefine la relación entre contenido, comunidad y sostenibilidad económica: el “creador híbrido”.
Lejos del modelo del “influencer tradicional”, cuya estabilidad depende de marcas y publicidad, el creador híbrido construye su propio ecosistema. Su valor no está en contenidos bien editados para resaltar una exposición, sino en la capacidad de convertir conocimiento en experiencias, productos y servicios que generan ingresos directos.
Imaginemos a un especialista en inteligencia artificial que ofrece talleres, asesorías y materiales digitales desde una plataforma web propia. Parte del contenido es abierto, pero las oportunidades de mayor valor —eventos, mentorías o membresías— se reservan para quienes deciden invertir. Las herramientas digitales actuales, como Patreon, Substack, TikTok Shop o Ko-fi, permiten que ese modelo sea posible sin intermediarios, democratizando el acceso a la creación de negocios sostenibles.
En esta economía, la influencia deja de medirse en “likes” y se traduce en confianza, pertinencia y utilidad. El creador híbrido no busca ser seguido, sino ser necesario.